Visita inesperada
- Entonces... ¿es cierto? La voz de Sayëan no tenía ninguna inflexión, como si surgiese de una máquina.
- Si, Kano El tono del exarca si mostraba emoción. Miedo.
- ¿Los Arlequines han dicho algo más?
- No, Kano. Sólo que Eldrad ha muerto Sayëan se permitió un ligero suspiro de tristeza, que sobresaltó al exarca Luego, se fueron.
- Está bien. Puedes retirarte El exarca abandonó inmediatamente la sala.
Sayëan caminó despacio hasta el centro de la Sala de Guerra y contempló la imagen que el proyector mostraba. Allí estaba el Ojo del Terror... y Ulthwé. Adiós, Viejo, susurró para sus adentros. No siempre compartieron la misma opinión, en particular sobre los medios, pero si compartían objetivo. Ahora la luz del más grande de entre los Eldar se había extinguido.
Con un gesto ordenó a la imagen que cambiase, y esta fue mostrando los alrededores del Ojo, junto con todos los datos disponibles. Se detuvo en Cadia. Sayëan admiraba a sus habitantes. Su valor y empeño. De poco les estaba sirviendo. Su situación era cada vez más desesperada. Siguió con los demás mundos de la zona, uno tras otro. La situación empeoraba por momentos para el Imperio.
Observó las posiciones de sus propios efectivos, dispersos por el sector. Si al menos tuviese más tropas..., se lamentó Sayëan. Ni siquiera con la incorporación de los Kroot contaba con fuerzas suficientes. Aun así, no lamentaba el reclutamiento de los mercenarios, a pesar de las protestas de algunos de sus exarcas. Si de él hubiese dependido hubiese tratado de reclutar a todo el Imperio Tau, o al menos establecer una alianza.
Pero Bieltan y los demás Mundos no hubiesen aceptado ese acuerdo. No un pacto estable. Los enfrentamientos con los Tau y las demás razas eran tantos como las ocasiones en que las circunstancias los habían puesto del mismo lado. Esa era la principal razón del enfrentamiento con Eldrad. No podrían salvar a los Eldar manipulando a las demás razas. Las necesitaban. Pero Eldrad y los demás se empeñaron en manejar los asuntos humanos como si de peones de un viejo ajedrez se tratasen.
Sayëan sonrió un instante. Probablemente los Humanos ni siquiera recordaban lo que era un ajedrez.
Un fugaz movimiento llamó la atención de Sayëan, y los viejos instintos de exarca se pusieron en acción, fintando y girándose al mismo tiempo que desenfundaba sus armas. Apuntó al supuesto asaltante, pero inmediatamente relajó los músculos y bajó el arma.
- Vuestras informaciones suelen ser vagas... pero no tanto. Sayëan observó al intruso, que salía de entre las sombras mostrando los vivos colores de sus ropajes - ¿Qué es tan importante que no podéis contárselo a mis oficiales?
- Debes preparar a tu gente, Primer Guardián ¡Por Khaine! ¡Un Vidente de Sombras!, pensó Sayëan cuando sintió, más que escuchó, la voz del intruso - Es hora de que los Ëaressi vuelvan a casa.
- ¿Cuándo? Sayëan recuperó la compostura poco a poco
- Pronto, muy pronto, Primer Guardián El intruso se deslizó hasta la imagen del Ojo del Terror. Sus ropajes ni siquiera se movieron Debes estar listo para cruzar la Telaraña junto a los tuyos El intruso sonrió al ver la disposición de las tropas Ëaressi y al sentir el desasosiego de Sayëan, sabiendo que prefería las naves a la Telaraña, pero no escuchó ninguna protesta, satisfecho.
- ¿Y el resto de mi gente? Ah, la preocupación por sus soldados..., pensó el intruso con otra sonrisa Mis tropas están dispersas por todo el Sector.
- Serán guiadas hasta su destino, Primer Guardián, no temas. Estarán a salvo... al menos hasta que salgan de la Telaraña El intruso sabía que otra cosa preocupaba a Sayëan Tus naves se reunirán con ellos cuando sea oportuno.
- ¿Algo más? Sayëan nunca se acostumbraría a los Arlequines, pero logró que su tono fuese firme.
- No, nada más, Primer Guardián. Que El Que Ríe esté contigo y tu Gente El intruso se adentró de nuevo en las sombras, desapareciendo poco a poco.
- Que Khaine esté contigo, Arlequín El intruso se detuvo y se volvió, observando a Sayëan. Sonrió ante la arrogancia del Exarca de Exarcas. Jóvenes..., pensó cuando desapareció del todo, dejando a Sayëan sólo en su Sala de Guerra
- Si, Kano El tono del exarca si mostraba emoción. Miedo.
- ¿Los Arlequines han dicho algo más?
- No, Kano. Sólo que Eldrad ha muerto Sayëan se permitió un ligero suspiro de tristeza, que sobresaltó al exarca Luego, se fueron.
- Está bien. Puedes retirarte El exarca abandonó inmediatamente la sala.
Sayëan caminó despacio hasta el centro de la Sala de Guerra y contempló la imagen que el proyector mostraba. Allí estaba el Ojo del Terror... y Ulthwé. Adiós, Viejo, susurró para sus adentros. No siempre compartieron la misma opinión, en particular sobre los medios, pero si compartían objetivo. Ahora la luz del más grande de entre los Eldar se había extinguido.
Con un gesto ordenó a la imagen que cambiase, y esta fue mostrando los alrededores del Ojo, junto con todos los datos disponibles. Se detuvo en Cadia. Sayëan admiraba a sus habitantes. Su valor y empeño. De poco les estaba sirviendo. Su situación era cada vez más desesperada. Siguió con los demás mundos de la zona, uno tras otro. La situación empeoraba por momentos para el Imperio.
Observó las posiciones de sus propios efectivos, dispersos por el sector. Si al menos tuviese más tropas..., se lamentó Sayëan. Ni siquiera con la incorporación de los Kroot contaba con fuerzas suficientes. Aun así, no lamentaba el reclutamiento de los mercenarios, a pesar de las protestas de algunos de sus exarcas. Si de él hubiese dependido hubiese tratado de reclutar a todo el Imperio Tau, o al menos establecer una alianza.
Pero Bieltan y los demás Mundos no hubiesen aceptado ese acuerdo. No un pacto estable. Los enfrentamientos con los Tau y las demás razas eran tantos como las ocasiones en que las circunstancias los habían puesto del mismo lado. Esa era la principal razón del enfrentamiento con Eldrad. No podrían salvar a los Eldar manipulando a las demás razas. Las necesitaban. Pero Eldrad y los demás se empeñaron en manejar los asuntos humanos como si de peones de un viejo ajedrez se tratasen.
Sayëan sonrió un instante. Probablemente los Humanos ni siquiera recordaban lo que era un ajedrez.
Un fugaz movimiento llamó la atención de Sayëan, y los viejos instintos de exarca se pusieron en acción, fintando y girándose al mismo tiempo que desenfundaba sus armas. Apuntó al supuesto asaltante, pero inmediatamente relajó los músculos y bajó el arma.
- Vuestras informaciones suelen ser vagas... pero no tanto. Sayëan observó al intruso, que salía de entre las sombras mostrando los vivos colores de sus ropajes - ¿Qué es tan importante que no podéis contárselo a mis oficiales?
- Debes preparar a tu gente, Primer Guardián ¡Por Khaine! ¡Un Vidente de Sombras!, pensó Sayëan cuando sintió, más que escuchó, la voz del intruso - Es hora de que los Ëaressi vuelvan a casa.
- ¿Cuándo? Sayëan recuperó la compostura poco a poco
- Pronto, muy pronto, Primer Guardián El intruso se deslizó hasta la imagen del Ojo del Terror. Sus ropajes ni siquiera se movieron Debes estar listo para cruzar la Telaraña junto a los tuyos El intruso sonrió al ver la disposición de las tropas Ëaressi y al sentir el desasosiego de Sayëan, sabiendo que prefería las naves a la Telaraña, pero no escuchó ninguna protesta, satisfecho.
- ¿Y el resto de mi gente? Ah, la preocupación por sus soldados..., pensó el intruso con otra sonrisa Mis tropas están dispersas por todo el Sector.
- Serán guiadas hasta su destino, Primer Guardián, no temas. Estarán a salvo... al menos hasta que salgan de la Telaraña El intruso sabía que otra cosa preocupaba a Sayëan Tus naves se reunirán con ellos cuando sea oportuno.
- ¿Algo más? Sayëan nunca se acostumbraría a los Arlequines, pero logró que su tono fuese firme.
- No, nada más, Primer Guardián. Que El Que Ríe esté contigo y tu Gente El intruso se adentró de nuevo en las sombras, desapareciendo poco a poco.
- Que Khaine esté contigo, Arlequín El intruso se detuvo y se volvió, observando a Sayëan. Sonrió ante la arrogancia del Exarca de Exarcas. Jóvenes..., pensó cuando desapareció del todo, dejando a Sayëan sólo en su Sala de Guerra
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