Presencias
Sayëan conocía aquel símbolo. Recordaba su descripción de algún viejo cuento, pero siempre lo había considerado eso, un cuento. Pero de algún modo ese 'cuento' había llegado a este mundo Exodita. Considerando que según todos los indicios este mundo había permanecido aislado durante siglos el hecho era, como mínimo, desconcertante.
Ahora estaba solo en el templo. Había enviado a Brokaar a explorar una zona de las montañas, al norte, esperando encontrar más indicios sobre los desaparecidos habitantes del asentamiento. Mientras tanto Sayëan continuaba examinando las ruinas en busca de otras pistas. De todos modos, la presencia del kroot no habría servido de mucho. Su aliado apenas conocía la historia de los Eldar, así que era dudoso que pudiese aportar gran cosa sobre el misterio que ahora intrigaba a Sayëan.
Aquello no era posible, pero allí estaba. Siguió con los dedos la media luna, como para asegurarse de que era real y no lo estaba imaginando. Sintió un escalofrío cuando rozó la fría roca. "Sólo es un viejo cuento para asustar a los niños", se dijo. Aun así, a juzgar por los grabados de los muros, los Exoditas que habitaron este asentamiento se lo tomaron muy en serio.
De pronto, Sayëan se sintió observado, como si algo hubiese despertado de pronto dentro del Templo. Con cautela miró a su alrededor. Su gente había registrado palmo a palmo las ruinas sin encontrar nada, y custodiaban férreamente los alrededores para evitar que nada se acercase sin ser detectado. Pero la presencia persistía. Algo o alguien había despertado entre esos muros, y ahora acechaba al Señor de los Ëaressi.
Sin embargo, no se sentía amenazado. Fuera lo que fuese, la presencia se limitaba a observarle con curiosidad. Sayëan podía sentir una 'mirada' clavándose en él, inquisitiva, pero tan desconcertada como él, puede que más. Lentamente caminó hasta el centro de la sala, dejándose ver pero manteniéndose en guardia. El misterioso observador parecía tener más miedo de Sayëan que él de la presencia.
Ahora estaba solo en el templo. Había enviado a Brokaar a explorar una zona de las montañas, al norte, esperando encontrar más indicios sobre los desaparecidos habitantes del asentamiento. Mientras tanto Sayëan continuaba examinando las ruinas en busca de otras pistas. De todos modos, la presencia del kroot no habría servido de mucho. Su aliado apenas conocía la historia de los Eldar, así que era dudoso que pudiese aportar gran cosa sobre el misterio que ahora intrigaba a Sayëan.
Aquello no era posible, pero allí estaba. Siguió con los dedos la media luna, como para asegurarse de que era real y no lo estaba imaginando. Sintió un escalofrío cuando rozó la fría roca. "Sólo es un viejo cuento para asustar a los niños", se dijo. Aun así, a juzgar por los grabados de los muros, los Exoditas que habitaron este asentamiento se lo tomaron muy en serio.
De pronto, Sayëan se sintió observado, como si algo hubiese despertado de pronto dentro del Templo. Con cautela miró a su alrededor. Su gente había registrado palmo a palmo las ruinas sin encontrar nada, y custodiaban férreamente los alrededores para evitar que nada se acercase sin ser detectado. Pero la presencia persistía. Algo o alguien había despertado entre esos muros, y ahora acechaba al Señor de los Ëaressi.
Sin embargo, no se sentía amenazado. Fuera lo que fuese, la presencia se limitaba a observarle con curiosidad. Sayëan podía sentir una 'mirada' clavándose en él, inquisitiva, pero tan desconcertada como él, puede que más. Lentamente caminó hasta el centro de la sala, dejándose ver pero manteniéndose en guardia. El misterioso observador parecía tener más miedo de Sayëan que él de la presencia.
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