Murmullos
La presencia continuaba observándole, dando vueltas a su alrededor. Sayëan sentía algo familiar en ella, una extraña sensación de dejá vu. Paciéntemente dejó que la presencia venciese su timidez, y sintió que esta se acercaba poco a poco, oculta entre las sombras. El aire se enfrió cada vez más, y el aliento de Sayëan empezó a condensarse al salir de su boca.
Las sombras parecieron moverse. Un girón de niebla gris se separó de ellas y se movió libremente a pocos metros, dudando. Sayëan ladeó la cabeza con curiosidad, mirando la etérea figura. Esta también le miró, o al menos eso le pareció a Sayëan. La presencia no tenía rostro ni cuerpo, y sólo parecía formada por una ligera nube de polvo gris que se mantenía inmóvil a un metro de altura. Sayëan dió un paso hacia la presencia, y esta se revolvió intranquila, retirándose unos metros.
- No voy a hacerte daño - Sayëan casi se sorprendió de haber dicho eso.
La presencia pareció entender, porque avanzó unos metros, quedando a unos pasos de Sayëan. Este pudo escuchar un leve murmullo procedente de la presencia. Dió otro paso, pero esta vez la presencia no se retiró. El murmullo aumentó poco a poco, y pasó de un susurro a lo que parecía una lejana discusión. La presencia se movió adelante y atrás varias veces, como si no se decidiese a acercarse.
Sayëan extendió el brazo lentamente, hasta que la punta de sus dedos rozaron la nubecilla. Sintió frio, y la presencia se estremeció al contacto. Inmediantemente los murmullos cesaron y la nube quedó inmóvil, como congelada en un campo de estasis.
De pronto una especie de rugido surgió de la informe presencia y se abalanzó sobre Sayëan. Este apenas pudo reaccionar, y sólo fue capaz de sentir como el gélido contacto de la presencia lo atravesaba mientras el atronador rugido se convertía en un poderoso grito que inundó la sala. Sayëan cayó inconsciente antes de darse cuenta que era su propia voz la que gritaba.
Las sombras parecieron moverse. Un girón de niebla gris se separó de ellas y se movió libremente a pocos metros, dudando. Sayëan ladeó la cabeza con curiosidad, mirando la etérea figura. Esta también le miró, o al menos eso le pareció a Sayëan. La presencia no tenía rostro ni cuerpo, y sólo parecía formada por una ligera nube de polvo gris que se mantenía inmóvil a un metro de altura. Sayëan dió un paso hacia la presencia, y esta se revolvió intranquila, retirándose unos metros.
- No voy a hacerte daño - Sayëan casi se sorprendió de haber dicho eso.
La presencia pareció entender, porque avanzó unos metros, quedando a unos pasos de Sayëan. Este pudo escuchar un leve murmullo procedente de la presencia. Dió otro paso, pero esta vez la presencia no se retiró. El murmullo aumentó poco a poco, y pasó de un susurro a lo que parecía una lejana discusión. La presencia se movió adelante y atrás varias veces, como si no se decidiese a acercarse.
Sayëan extendió el brazo lentamente, hasta que la punta de sus dedos rozaron la nubecilla. Sintió frio, y la presencia se estremeció al contacto. Inmediantemente los murmullos cesaron y la nube quedó inmóvil, como congelada en un campo de estasis.
De pronto una especie de rugido surgió de la informe presencia y se abalanzó sobre Sayëan. Este apenas pudo reaccionar, y sólo fue capaz de sentir como el gélido contacto de la presencia lo atravesaba mientras el atronador rugido se convertía en un poderoso grito que inundó la sala. Sayëan cayó inconsciente antes de darse cuenta que era su propia voz la que gritaba.
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