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Thianna

Favores

Sayëan había aceptado la copa por cortesía, como siempre. Y como siempre, no la había probado, quedándose con ella en la mano mientras conversaban. La sala estaba suntuosamente amueblada y decorada. Obras de arte, sin duda tremendamente valiosas, cubrían dos de las paredes de la sala. Los otros dos estaban cubiertos de altas estanterías, que llegaban hasta el techo, formando dos niveles. En el superior, un servidor ordenaba viejos volúmenes sin interesarse por lo que ocurría a su alrededor. La Ejecutora, de pie junto a la puerta, lo vigilaba atentamente. No había ninguno de los guardias vessoritas de Seamus en la sala. Sayëan miraba con curiosidad algunas de las obras de arte mientras su interlocutor narraba algunos de sus últimos viajes por Ultima Segmentum.

- No son enemigos del Imperio, al menos no en el sentido de los orkos o el Caos - Sayëan giró levemente la cabeza hacia Seamus al escuchar la palabra 'Caos' - Son buenos comerciantes, y ya me gustaría que muchos humanos hiciesen gala de su educación.

- ¿Y qué opinaría vuestra Ordo Xenos si te escuchase decir eso, Seamus? - preguntó Sayëan con ironía mientras volvía a observar los detalles de una bella escultura talassana. A veces admiraba el sentido estético de los humanos.

- Supongo... - Seamus ya sabía por dónde iban los tiros, pero fingió que meditaba profundamente la respuesta - ...que lo mismo que si se enterasen de nuestras reuniones. - Seamus esbozó una burlona sonrisa.

- A veces me pregunto por qué nos ayudas - esta vez el tono era más serio.

- Incluso los comerciantes tenemos honor, amigo mío.

- Pero tu Imperio nos califica de Enemigos - Sayëan pasó su atención a la siguiente pieza: Un cuadro conservado en un campo de estasis.

- No sois todos iguales - Instintivamente Seamus se pasó la mano por el cuello, cubierto por un pañuelo de seda de Gudrun - Yo decido quien es mi enemigo y quien no lo es.

- Ojalá más pensasen como tú - Los trazos del cuadro, casi infantiles a los ojos de Sayëan, tenían una fuerza visual desconcertante.

- Mmmmm... ya sabes que siempre he sido un bicho raro.

- Ambos lo somos entre los nuestros - El cuadro tenía algo extraño. Sayëan se preguntó cómo sería el humano que lo pintó.

- Girasoles.

- ¿Qué? - Sayëan miró a Seamus con extrañeza. La Ejecutora se tensó.

- Esas flores. Se llamaban girasoles. Ya no existen.

- Una lástima - realmente había cierto tono de tristeza en la voz de Sayëan.

- Pero no has venido a admirar mis obras de arte, ¿verdad? - Sin embargo, Seamus sabía que Sayëan siempre se daba cuenta cuando, como ahora, había una nueva pieza en su colección.

- Necesito tu ayuda - dijo Sayëan sin dejar de observar el cuadro.

- ¿Y qué puede hacer por ti este humilde miembro del Gremio de Navegantes?

- Seamus Fansworth, no creo que 'humilde' sea un adjetivo que te describa adecuadamente - Sayëan abarcó la sala con un gesto de su mano.

- Bueno, no creo que el hecho de que posea una flota de mercantes y una considerable fortuna implique que no pueda ser humilde - ironizó Seamus.

- Y muy modesto - Ambos rieron.

- Necesito transporte al interior del Imperio - Ambos dejaron de reir.

- Tus naves... - Seamus levantó una ceja.

- No pueden llegar a donde quiero ir - Ambos se miraron - No puedo usar la Telaraña - dijo respondiendo a la pregunta que Seamus no hizo.

- ¿Y a dónde quieres ir? - Seamus estaba intrigado. Sabía que la Telaraña era el principal medio de tránsito de la gente de Sayëan. Vio que Sayëan dudaba un momento.

- ...a Cadia - La copa de Seamus tembló ligeramente en su mano durante un instante.

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