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Thianna

Despedidas

Sayëan se revolvió una vez más en su camastro. No podía dormir. Desde que se enteró de la muerte de Eldrad, hace unos meses, sus noches eran cada vez más intranquilas. El recuerdo del viejo Vidente, amigo y enemigo a la vez, le acosaba constantemente. Todo, el aviso de los Arlequines, las marcas de los Cazadores, las ruinas abandonadas, el viaje a Cadia... todo partía del mismo punto: La muerte de Eldrad Ulthran.

Se levantó. Si no podía dormir al menos haría algo constructivo. Se vistió y salió al pasillo de la zona de descanso de la fragata. Había rehusado el ofrecimiento de Seamus de utilizar camarotes en el Regos. Prefería estar junto a sus hombres. Además, Seamus o, mejor dicho, sus guardias no veían con buenos ojos la presencia de las Ejecutoras que contínuamente acompañaban a su Kano. Y el incidente con los Kroot no había contribuído precisamente a apaciguar los ánimos.

Salió a la cavernosa bodega del Regos donde se habían acuartelado sus tropas. La Ejecutora que lo seguía ni siquiera preguntó y se limitó a caminar dos pasos tras él. En un rincón de la enorme cavidad estaban instalados los Kroot. Al menos estaban utilizando los calentadores de campaña que les había proporcionado, aunque sospechaba que si hubiesen encontrado algo combustible en estos momentos se estarían apelotonando alrededor de hogueras. También agradeció que Seamus no tuviese animales sueltos por la nave.

Pausadamente caminó hasta la puerta principal, donde una guardia permanente de Veteranos vigilaba la entrada por el lado interior. Por el lado exterior tuvo que detenerse para identificarse a los guardias Vessoritas de Seamus. Sabía que no les gustaría que caminase por la nave durante el ciclo nocturno (tampoco es que les gustase durante el diurno), pero Seamus había dejado claro que era libre de campar por el Regos sin ser molestado, siempre y cuando su escolta se limitase a su guardaespaldas personal ...y al pequeño grupo de vessoritas que le seguía a donde quiera que fuese.

- Voy a ver al Navegante Fansworth - dijo a los guardias, refiriéndose a Seamus. El sargento vessorita asintió y se limitó a seguirle junto a tres guardias más.

"Eldrad, Eldrad... ¿por qué me has cargado con esto?", se lamentó para sus adentros mientras caminaba por los interminables corredores del Regos. Evocó una de las primeras e infructuosas reuniones que tuvo con el Gran Vidente de Ulthwé. Su expresión solemne, su altivez, su seguridad. Recordó cómo admiró su voluntad para guiar a los suyos, aunque Sayëan no compartiese su manera de hacer las cosas. Las largas discusiones, los debates, las posturas irreconciliables.

Se habían reunido en unas viejas ruinas Exoditas, muy similares a las que hacía poco había abandonado Sayëan y su grupo, hecho que el Kano Ëaressi sospechaba no era casual. Los séquitos de ambos ocuparon las antaño gloriosas ruinas, protegiendo a sus líderes. Sayëan con sus exarcas y soldados, y Eldrad con sus Lágrimas Negras y sus Videntes...

...sus Videntes. "Qué extraño", se dijo Sayëan al pensar en los subordinados de Eldrad. Apenas recordaba sus rostros y nombres, pero algo le llevó a pensar en ellos. En ellos... ¿o en alguno en concreto? Se detuvo ante uno de los miradores del Regos, de camino al puente de mando. A través del ventanal se extendían los informes e inquietantes torbellinos de la Disformidad.

Sayëan meditó durante un momento, apoyado en la baranda del mirador, mientras los guardias de Seamus e incluso su Ejecutora se impacientaban. Oyó al sargento vessorita susurrar algo por la radio de su casco, pero no prestó atención. Estaba sumido en sus cavilaciones, absorto en los remolinos de la Disformidad. "Lilith..."

El nombre sorprendió a Sayëan. Se había abierto paso a través de sus recuerdos. Recordó a la por aquel entonces joven vidente del séquito de Eldrad. Una más entre los varios que acompañaban al Gran Vidente. No acertaba a comprender por qué recordaba ese nombre de entre los demás. Tal vez tenía algo que ver con este viaje, con la muerte de Eldrad... con la Presencia que sintió en el Templo. Tendría que meditarlo con más detenimiento, y consultarlo con sus videntes consejeros. Se preguntó qué sería de aquella joven Vidente...

- Un penique por tus pensamientos - la voz provenía de un corredor. La Ejecutora ya estaba en guardia cuando Sayëan se tensó, pero al unos instantes reconoció la voz, deformada ligeramente por los cavernosos corredores. "Seamus...".

El Noble Navegante Seamus Fansworth tenía un aspecto casi cómico, con su túnica y su expresión jovial. Miró a Sayëan, que apenas había cambiado la tosca expresión de su cara, pero que se había relajado perceptiblemente. Sayëan tomó nota de no distraerse con tantos pensamientos desconcertantes.

- ¿Qué has dicho...? ¿'penique'? - Seamus siempre le sorprendía con aquellas rarezas culturales, extrañas incluso para un humano.

- Es una vieja... muy vieja, expresión humana. Es una manera de sacar a las personas de sus cavilaciones - Seamus puso un tono ligeramente sarcástico.

- Estaba meditando... - Sayëan frunció el ceño ligeramente, algo molesto por la interrupción.

- Espero que no fuese nada demasiado importante - dijo Seamus para disculparse. Era sincero.

- Sólo algunos recuerdos - ambos se volvieron para mirar la Disformidad.

- Ahí afuera las cosas están muy revueltas - dijo Seamus para cambiar de tema, aunque sin dejar claro si se refería a la Disformidad o a otra cosa.

- Lo sé. E irán a peor, me temo - Sayëan miró de reojo a su amigo humano, que miraba atentamente los remolinos - Desearía no haberte metido en esto.

- No tienes que disculparte. A nadie le gusta volar a ciegas, pero estoy seguro de que tienes una poderosa razón para hacer todo esto.

- Así es... ojalá pudiese explicártelo - "Y a mi mismo", pensó Sayëan, avergonzado por tener que ocultarle tantas cosas a su amigo.

- Cadia no es un destino turístico muy popular últimamente, Sayëan - Dijo Seamus dejando entrever cierta preocupación.

- Dejaremos el Regos en el exterior del Sistema. No quiero que arriesgues tu nave. Seguiremos solos - Trató de disipar las preocupaciones de Seamus.

- Siempre solos, ¿verdad? - Seamus se volvió para mirar a Sayëan - ¿Por qué siempre sois tan cabezotas? - Sayëan hizo un gesto a la Ejecutora, que se había tensado al escuchar el tono de Seamus, que hizo lo mismo a sus guardias, recordando de paso lo inútiles que eran dadas las circunstancias. Si la exarca Ejecutora o Sayëan quisieran hacerle daño se necesitarían bastante más de cuatro guardias, por muy vessoritas que fuesen.

- Nadie es perfecto - dijo Sayëan con una suave risa para relajar el ambiente - Tú también eres un cabezota. Un cabezota que ha aceptado meter su nave - Sayëan abarcó con un gesto la sala del mirador - en el rincón más peligroso de la Galaxia.

- Sólo hasta las afueras - Seamus hizo un gesto con la mano como quitando importancia al asunto - Eres tú el que va a la boca del lobo con esos tres cascarones - Bromeaba. Sabía que esos tres 'cascarones' podrían hacer trizas su nave en cuestión de minutos - ¿Cómo lo harás? ...si puede saberse - El tono era más serio.

- Apretando los dientes y cruzando los dedos - respondió Sayëan utilizando una expresión que había escuchado al propio Seamus, aunque era una manera de decir que no podía explicárselo.

- Está bien... sólo era curiosidad. - era sincero - No me gustaría que te pasase nada. Cadia es un lugar peligroso. El Caos está a punto de tomarlo.

- No lo harán - dijo Sayëan con seguridad - No me mires así. Mi presencia no va a cambiar lo que pase. Sólo somos figurantes en esta historia - Sayëan incluía a Seamus.

- Pero algo tendrá que ver, ¿no? - dijo Seamus sabiendo la respuesta.

- Quien sabe... - respondió Sayëan encogiendo los hombres - ...las cosas... - Seamus interrumpió a Sayëan levantando la mano. Parecía escuchar algo. Sayëan sabía que el Navegante llevaba numerosos implantes que le conectaban, incluso ahora, con su nave. Permaneció en silencio hasta que Seamus bajó la mano - ¿Noticias? - Ya sabía lo que iba a decir.

- Llegaremos en 12 horas - Se miraron fijamente - Deberías preparar a tu gente...y yo a la mía.

- Así es... - Sayëan dudó un momento. No estaba seguro de si volvería a ver a su amigo.

- Suerte amigo mío - Se adelantó Seamus, tendiendo la mano. Sayëan suspiró con resignación. Ambos sabían lo peligrosa que era la situación.

- Suerte Seamus - Sayëan estrechó la mano de Seamus - Cuídate... y saca el Regos del Sistema en cuanto salgamos de tu bodega, ¿entendido?

- Oh, vamos... ¿voy a tener que perderme el espectáculo? - Ambos rieron suavemente - Adios Sayëan. Que el Emperador sea contigo - Sayëan pareció sorprenderse por el ruego.

- Y que... - dudó un momento - ...que Isha sea contigo - No iba a encomendar a su amigo a Khaine, y ambos lo sabían.

Sin más, ambos se dieron la vuelta y caminaron hacia sus respectivos puestos. Sayëan a sus naves, en la bodega del Regos, y Seamus a su puesto en el puente del mercante.

Horas más tarde, tras los últimos preparativos, el Regos salió del Espacio Disforme en los límites del sistema cadiano y la compuerta principal de la bodega del Regos se abrió al espacio. Seamus Fansworth estaba postrado en su sillón de Navegante, boca abajo. Todas las conexiones que le unían a su nave salían de su columna vertebral. En su mente vió como las tres fragatas abandonaban el Regos para desaparecer de sus sensores ocultos por su camuflaje.

En las profundidades de las salas de máquinas del Regos unos paneles de circuitos se fundieron entre chispas eléctricas en respuesta al temblor que asaltó a Seamus, transmitido por las conexiones cibernéticas. Por una vez rogó para que Khaine, el Dios de la Guerra Eldar, acompañase a su amigo el Kano Ëaressi. Luego se administró una dosis de calmantes para aliviar el dolor que ese deseo le causaba mientras un servidor le limpiaba las heridas que en su espalda, en carne viva, nunca cicatrizarían 'gracias' a otros seguidores de Khaine. "Afortunadamente no todos son iguales", pensó Seamus cuando las fragatas desaparecieron completamente de sus sensores.

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