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Thianna

El Puño de Vaul

El plan seguía su curso. Las fragatas activaron sus sistemas de ocultación y desaparecieron de los sensores del Regos. A partir de ahora las fragatas serían invisibles para los Humanos y, al menos eso esperaba Sayëan, para las fuerzas del Caos. Sin embargo, en previsión de sorpresas desagradables, la segunda parte de su plan se pondría en marcha en breve.

- Kano, el Puño de Vaul está a punto de llegar - dijo el oficial de comunicaciones.

Sayëan se acercó al puesto del oficial de sensores y observó las runas en pantalla. Seamus se llevaría un buen susto. Sonrió ligeramente pensando en la cara que pondría su amigo.

- Entrada en... - el oficial volvió a hablar - ...3... ...2... ...1...

La pantalla principal del puesto de sensores mostró lo mismo que en estos momentos estarían percibiendo los augures del Regos, y con suerte, los de todas las naves imperiales y del Caos por todo el sistema.

El Puño de Vaul y su escolta emergieron desde la Telaraña, descarados y desafiantes. El crucero, no tan grande como sus contrapartidas humanas pero aun así imponente, cruzó el Espejo licuando el vacio a su alrededor. Las ondas producidas por el agujero en el tejido del espacio real se extendieron instantánemente por todo el sistema, aunque el resto de señales tuviesen que conformarse con viajar a la velocidad de la luz.

Por todas partes las alarmas saltaron avisando que algo había entrado en el espacio real. Las armas se cargaron, los sensores giraron para encarar al nuevo intruso, y los monstruosos motores de las naves, tanto imperiales como caóticas, las impulsaron para reordenar sus posiciones. En el Regos, Seamus Fansworth, aunque sorprendido en un principio, tardó apenas unos segundos en comprender lo que pasaba, y sonrió para sus adentros.

Durante varias horas el Puño de Vaul avanzó sin tratar de ocultarse a todo aquel que quiso observarle, dando tiempo a que los interesados en su presencia se acercasen. Sayëan siguió su avance y el de los perseguidores desde el puesto de sensores de la fragata mientras esta y sus dos acompañantes avanzaban a toda máquina hacia Cadia protegidos por sus sistemas de ocultación. La distracción estaba funcionando. Incluso mejor de lo esperado.

Cerca de Cadia un escuadrón de la Flota Imperial aprovechó la distracción de las fuerzas del Caos que acosaban el planeta para lanzar un contraataque, destruyendo un crucero pesado, parte de sus escuadrones de escolta y permitiendo que varios convoyes de ayuda descendiesen sobre la asediada superficie. En Kars Galedon agradecerían los primeros suministros que recibirían en meses.

El Puño de Vaul trabó contacto con las fuerzas del Caos cuando las fragatas de Sayëan ya tenían a la vista la superficie de Cadia. El Puño tenía órdenes de distraer tantas fuerzas navales como le fuese posible, de cualquiera de los dos bandos. Su objetivo secundario era aliviar, aunque fuese ligeramente, la presión sobre las fuerzas de Cadia. Sayëan y el capitán del Puño sabían que eso no supondría demasiada diferencia en el enfrentamiento. Una sola nave de guerra no iba a inclinar la balanza del lado Imperial, aunque a Sayëan le hubiese gustado que sí, pero de algo serviría.

De todos modos, el objetivo principal ya estaba casi cumplido. Sin oposición ni ser descubiertas las fragatas se acercaron a la atmósfera de Cadia y soltaron su carga. A continuación se alejaron a toda máquina tras avisar al Puño de Vaul de que, como hubiese dicho Seamus, el paquete había sido entregado.

Nada más salir de las bodegas de las fragatas los Transportes Rompedores realizaron un pequeño salto desde la alta atmósfera del planeta hasta unas decenas de metros de la superficie. En las pantallas del sistema de defensa cadiano y de las naves circundantes sólo apareció un leve destello que los pocos técnicos que lo llegaron a observar clasificaron como un eco fantasma.

En el espacio, el Puño de Vaul destruyó un crucero del Caos y dañó gravemente un acorazado antes de recibir la señal de las fragatas. Su capitán ordenó mantener la posición durante unos minutos más, dando tiempo a las fuerzas imperiales a aprovecharse de la situación. Cuando los escuadrones imperiales se acercaron para rematar al acorazado el Puño de Vaul viró y saltó de nuevo hacia la Telaraña. Su capitán supuso que los imperiales les considerarían unos cobardes por huir, pero tenía la esperanza de que alguno de ellos pensase "Al menos nos han echado una mano". Quien sabe, tal vez el Puño de Vaul volviese algún día para ofrecer su ayuda a Cadia.

En el límite del sistema, el Regos permaneció oculto un poco más, esperando algún indicio más de actividad. Al cabo de unas horas Seamus condujo su nave de nuevo al espacio disforme para encaminarse a un sistema más seguro, no sin antes desear silenciosamente suerte a su amigo Eldar. Sin embargo decidió que no se alejaría demasiado. Tal vez sus servicios fuesen requeridos de nuevo.

En Cadia, desde las portillas del transporte de mando Sayëan observó la devastada superficie mientras se dirigían a toda velocidad en vuelo rasante hacia su objetivo. Ahora empezaba la parte difícil.

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