Despertares
- ¿La zona está asegurada, Capitán? - Sayëan miró a su alrededor, deduciendo la respuesta.
- Sí, Mi Kano - La respiración acelerada del Capitán de los Escorpiones aún era apreciable a través del intercomunicador.
El paisaje corroboraba la afirmación del Escorpión. Nada vivo, excepto las tropas Ëaressi, permanecía en pie alrededor del Megalito. Decenas de cadáveres rodeaban la base del enorme artefacto. Los Escorpiones se habían empleado bien, y aunque las víctimas del ataque eran tropas traidoras, a Sayëan le disgustaba el excesivo salvajismo que caracterizaba los ataques del Capitán Escorpión.
- ¿Bajas? - A pesar de todo, sus soldados eran lo primero.
- Tres, y media docena de heridos. Los Kroot han sido de mucha ayuda - Era extraño que el Capitán concediese mérito a los aliados de los Ëaressi, pero tal vez deseaba complacer a su Kano. Sabía que la carnicería disgustaba a Sayëan.
- ¿Eso incluye las bajas Kroot? - Sayëan también sabía que el Capitán no los habría contado. No los consideraba tan importantes.
- No lo sé. Son muy celosos con sus muertos - Respondió evasivo.
En respuesta a la pregunta de Sayëan, tras un recodo apareció Brokaar, acompañado por varios de sus guerreros y el shamán de la tribu. Sus expresiones, enigmáticas como siempre, no mostraban emoción alguna por el resultado de la incursión. El grupo se detuvo a unos metros, y Brokaar avanzó en solitario.
- Humanos no resistir mucho. Ser tropas débiles - Eso quería decir que no había Marines Traidores entre el destacamento, sólo milicianos renegados. - De todos modos, no saber bien. Estar podridos.
- ¿Cuántos guerreros has perdido? - Sayëan trató de cambiar de tema.
- Dos puños - "Dos veces cuatro", se tradujo Sayëan a si mismo.
- Kano - Un oficial les interrumpió - Estamos listos. - Dijo señalando la base del Megalito.
- Está bien, vamos - A un gesto de Sayëan, Brokaar, el Capitán Escorpión y el resto le siguieron hacia el Megalito.
Parte de la base había sido excavada rápidamente por un grupo de Ëaressi, que ahora esperaban junto a lo que habían dejado al descubierto. El arco encastrado en la roca del Megalito conservaba todos los detalles. Al estar enterrado, ni la erosión ni otros elementos habían causado daño alguno. Un par de soldados terminaban de limpiar cuidadosamente algo junto al arco.
- ¿Funcionará? - Preguntó Sayëan. Uno de los soldados se volvió.
- Creemos que si, Mi Kano - Se giró de nuevo hacia lo que estaban limpiando, pero siguió hablando. - Los circuitos de Hueso parecen intactos. Sólo falta la fuente de energía.
- Bien, terminad con eso y preparaos. No queda mucho tiempo. - Sayëna hizo un gesto, y un Vidente se acercó a él - Ahora hemos de despertar al Viejo - Dijo con un susurro al Vidente, que asintió con gravedad.
Lentamente caminaron hasta uno de los Transportes Rompedores, estacionado junto al Megalito. Otros dos esperaban algo más alejados, con parte de las tropas del destacamento formadas a su alrededor. El cuarto sobrevolaba la zona, vigilando desde el cielo por si aparecía algún intruso.
Sayëan y el Vidente se detuvieron junto a uno de los portones laterales del Transporte. En silencio, sabiendo lo que tenían que hacer, uno de los Veteranos que guardaban el portón manipuló los controles y este se abrió con un siseo. Cuando el portón se abrió completamente se apartaron dejando pasar al Vidente. El interior de la bodega estaba oscuro, pero un suave zumbido indicaba que algo esperaba en su interior.
El Vidente se giró y miró a Sayëan, como esperando una confirmación. Sayëan asintió, y el Vidente hurgó en su bolsa ceremonial en busca de algo. Con cuidado sacó un objeto ovoide, de color rojo sangre, apagado y sin brillo, que sostuvo entre sus manos. Durante un momento se lo mostró a Sayëan, que lo miró con una extraña sonrisa.
- Hazlo - Dijo sin más.
El Vidente entró en la bodega, desapareciendo entre las sombras. Sayëan y el resto esperaron fuera durante unos minutos. Mientras tanto, el soldado que había estado limpiando el artefacto de la base del Megalito se acercó tras Sayëan, pero no dijo nada por temor a interrumpir la curiosa ceremonia.
- Habla - Dijo Sayëan sin dejar de mirar hacia la bodega.
- El... - dudó un momento, mirando también hacia la bodega - ...el Portal está listo.
- Bien. Que todos aborden los transportes. Partiremos en cuanto... - El Vidente salió de la bodega, con las manos libres, e hizo un gesto de asentimiento a Sayëan. - Partiremos ahora. Ve a tu transporte. - El soldado salió a toda prisa hacia el transporte más cercano.
El Vidente se reunió con Sayëan y los Veteranos, a unos metros del transporte. El Kano se adelantó hasta quedar a unos pasos de la entrada de la bodega e hincó una rodilla en el suelo, bajando la mirada. El zumbido procedente del interior de la bodega aumentó ligeramente.
- No debes hacer eso - La voz, grave y susurrante, procedía del transporte, como una prolongación del zumbido.
- Lamento... - Sayëan buscaba las palabras adecuadas. - ...lamento perturbar tu descanso - Parecía apenado de veras.
- No lo habrías hecho de no ser necesario. Levántate - Sayëan obedeció lentamente, pero no levantó la cabeza. - ¿Cuán grave es la situación?
- El Ojo se extiende, engullendo un mundo tras otro. Los Humanos han encontrado un Talismán. Planean utilizarlo para detener a los Servidores del Caos.
- No son conscientes de lo que hacen. Debemos recuperarlo.
- Sabemos donde está, pero el Caos también lo sabe. Vamos... - Un crujido interrumpió a Sayëan, que levantó la cabeza.
- ...vamos a adelantarnos - El Viejo miró sin ojos a Sayëan. La pulida superficie gris-azulada reflejó la tenebrosa luz del cielo de Cadia mientras la cabeza giraba observando los alrededores. - Aaaaah, es agradable sentir de nuevo el aire - El Viejo abrió los brazos ligeramente, dejándose acariciar por la gélida brisa. Poco a poco sacó su estilizado pero enorme cuerpo del transporte, irguiéndose en toda su altura.
- Saludos, Haq'aldharion - Dijo solemnemente Sayëan mientras hacía una reverencia.
- Saludos... Hijo. Deja que vea tu rostro - Sayëan obedeció, y lentamente se quitó el casco para mirar al Señor Espectral que antaño fuera Kano de los Ëaressi... y su padre. El Último de los Señores Espectrales de los Ëaressi.
- Sí, Mi Kano - La respiración acelerada del Capitán de los Escorpiones aún era apreciable a través del intercomunicador.
El paisaje corroboraba la afirmación del Escorpión. Nada vivo, excepto las tropas Ëaressi, permanecía en pie alrededor del Megalito. Decenas de cadáveres rodeaban la base del enorme artefacto. Los Escorpiones se habían empleado bien, y aunque las víctimas del ataque eran tropas traidoras, a Sayëan le disgustaba el excesivo salvajismo que caracterizaba los ataques del Capitán Escorpión.
- ¿Bajas? - A pesar de todo, sus soldados eran lo primero.
- Tres, y media docena de heridos. Los Kroot han sido de mucha ayuda - Era extraño que el Capitán concediese mérito a los aliados de los Ëaressi, pero tal vez deseaba complacer a su Kano. Sabía que la carnicería disgustaba a Sayëan.
- ¿Eso incluye las bajas Kroot? - Sayëan también sabía que el Capitán no los habría contado. No los consideraba tan importantes.
- No lo sé. Son muy celosos con sus muertos - Respondió evasivo.
En respuesta a la pregunta de Sayëan, tras un recodo apareció Brokaar, acompañado por varios de sus guerreros y el shamán de la tribu. Sus expresiones, enigmáticas como siempre, no mostraban emoción alguna por el resultado de la incursión. El grupo se detuvo a unos metros, y Brokaar avanzó en solitario.
- Humanos no resistir mucho. Ser tropas débiles - Eso quería decir que no había Marines Traidores entre el destacamento, sólo milicianos renegados. - De todos modos, no saber bien. Estar podridos.
- ¿Cuántos guerreros has perdido? - Sayëan trató de cambiar de tema.
- Dos puños - "Dos veces cuatro", se tradujo Sayëan a si mismo.
- Kano - Un oficial les interrumpió - Estamos listos. - Dijo señalando la base del Megalito.
- Está bien, vamos - A un gesto de Sayëan, Brokaar, el Capitán Escorpión y el resto le siguieron hacia el Megalito.
Parte de la base había sido excavada rápidamente por un grupo de Ëaressi, que ahora esperaban junto a lo que habían dejado al descubierto. El arco encastrado en la roca del Megalito conservaba todos los detalles. Al estar enterrado, ni la erosión ni otros elementos habían causado daño alguno. Un par de soldados terminaban de limpiar cuidadosamente algo junto al arco.
- ¿Funcionará? - Preguntó Sayëan. Uno de los soldados se volvió.
- Creemos que si, Mi Kano - Se giró de nuevo hacia lo que estaban limpiando, pero siguió hablando. - Los circuitos de Hueso parecen intactos. Sólo falta la fuente de energía.
- Bien, terminad con eso y preparaos. No queda mucho tiempo. - Sayëna hizo un gesto, y un Vidente se acercó a él - Ahora hemos de despertar al Viejo - Dijo con un susurro al Vidente, que asintió con gravedad.
Lentamente caminaron hasta uno de los Transportes Rompedores, estacionado junto al Megalito. Otros dos esperaban algo más alejados, con parte de las tropas del destacamento formadas a su alrededor. El cuarto sobrevolaba la zona, vigilando desde el cielo por si aparecía algún intruso.
Sayëan y el Vidente se detuvieron junto a uno de los portones laterales del Transporte. En silencio, sabiendo lo que tenían que hacer, uno de los Veteranos que guardaban el portón manipuló los controles y este se abrió con un siseo. Cuando el portón se abrió completamente se apartaron dejando pasar al Vidente. El interior de la bodega estaba oscuro, pero un suave zumbido indicaba que algo esperaba en su interior.
El Vidente se giró y miró a Sayëan, como esperando una confirmación. Sayëan asintió, y el Vidente hurgó en su bolsa ceremonial en busca de algo. Con cuidado sacó un objeto ovoide, de color rojo sangre, apagado y sin brillo, que sostuvo entre sus manos. Durante un momento se lo mostró a Sayëan, que lo miró con una extraña sonrisa.
- Hazlo - Dijo sin más.
El Vidente entró en la bodega, desapareciendo entre las sombras. Sayëan y el resto esperaron fuera durante unos minutos. Mientras tanto, el soldado que había estado limpiando el artefacto de la base del Megalito se acercó tras Sayëan, pero no dijo nada por temor a interrumpir la curiosa ceremonia.
- Habla - Dijo Sayëan sin dejar de mirar hacia la bodega.
- El... - dudó un momento, mirando también hacia la bodega - ...el Portal está listo.
- Bien. Que todos aborden los transportes. Partiremos en cuanto... - El Vidente salió de la bodega, con las manos libres, e hizo un gesto de asentimiento a Sayëan. - Partiremos ahora. Ve a tu transporte. - El soldado salió a toda prisa hacia el transporte más cercano.
El Vidente se reunió con Sayëan y los Veteranos, a unos metros del transporte. El Kano se adelantó hasta quedar a unos pasos de la entrada de la bodega e hincó una rodilla en el suelo, bajando la mirada. El zumbido procedente del interior de la bodega aumentó ligeramente.
- No debes hacer eso - La voz, grave y susurrante, procedía del transporte, como una prolongación del zumbido.
- Lamento... - Sayëan buscaba las palabras adecuadas. - ...lamento perturbar tu descanso - Parecía apenado de veras.
- No lo habrías hecho de no ser necesario. Levántate - Sayëan obedeció lentamente, pero no levantó la cabeza. - ¿Cuán grave es la situación?
- El Ojo se extiende, engullendo un mundo tras otro. Los Humanos han encontrado un Talismán. Planean utilizarlo para detener a los Servidores del Caos.
- No son conscientes de lo que hacen. Debemos recuperarlo.
- Sabemos donde está, pero el Caos también lo sabe. Vamos... - Un crujido interrumpió a Sayëan, que levantó la cabeza.
- ...vamos a adelantarnos - El Viejo miró sin ojos a Sayëan. La pulida superficie gris-azulada reflejó la tenebrosa luz del cielo de Cadia mientras la cabeza giraba observando los alrededores. - Aaaaah, es agradable sentir de nuevo el aire - El Viejo abrió los brazos ligeramente, dejándose acariciar por la gélida brisa. Poco a poco sacó su estilizado pero enorme cuerpo del transporte, irguiéndose en toda su altura.
- Saludos, Haq'aldharion - Dijo solemnemente Sayëan mientras hacía una reverencia.
- Saludos... Hijo. Deja que vea tu rostro - Sayëan obedeció, y lentamente se quitó el casco para mirar al Señor Espectral que antaño fuera Kano de los Ëaressi... y su padre. El Último de los Señores Espectrales de los Ëaressi.
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