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Thianna

Brillante Pasado. Tenebroso Futuro

Sayëan miraba con el ceño fruncido las colinas que les rodeaban. Los vehículos estaban estacionados formando un perímetro defensivo y sus motores zumbaban ligeramente en espera de acelerar en caso de emergencia. Los guardianes y demás tropas estaban apostados protegiéndose tras los vehículos y la escasa cobertura que les rodeaba.

- Entonces, ¿no habéis encontrado nada? - El Kano parecía contrariado, pero más por la expresión de Brokaar que la situación en sí.

- Nada. No haber ojos. Ya no oler. - Brokaar usaba un tono que Sayëan sabía significaba que estaba enfadado.

- Tal vez hayan huído al vernos... - trató de tranquilizar a su jefe de rastreadores.

- No huir. No haber miedo en el aire - Brokaar estaba realmente enfadado... consigo mismo - Oler ojos y luego no oler nada. Desaparecer olor en viento.

Sayëan comprendía la frustración de Brokaar. Nadie discutía ni dudaba de las habilidades de rastreador del líder Kroot y su tribu. Sin embargo esta vez había percibido una presencia pero no habían sido capaces de encontrar ni un rastro de ella. Lo peor es que Sayëan sabía que esa presencia estaba ahí y no era una ilusión, pero el kroot no sería capaz de comprender que algo podía estar y 'no estar' ahí al mismo tiempo.

- Volver a buscar. Encontrar... - Sayëan levantó la mano para acallar al Kroot. Sabía que no le gustaría el gesto. Siempre intentaba tratarlo como aliado, no como un subordinado mercenario. Pero esta vez tenía que ser pragmático. Sabía que no encontrarían nada por el momento. La presencia no deseaba ser encontrada, así de simple.

- Seguiremos adelante. No tenemos otro remedio. - El tono fue tajante, cosa que no gustó a Brokaar, pero el Kroot se calló y asintió esperando las nuevas órdenes - Envía a tus guerreros delante del grupo principal. Tenemos que llegar a las ruinas antes de que anochezca.

A pesar de su aplomo Sayëan miró alrededor tratando de imaginar la noche de este oscuro mundo. No le gustó lo que imaginó. Durante un instante sintió en la nuca el escalofrío de la presencia que Brokaar había 'olido'.

Con un gesto indicó al destacamento que seguían adelante. Odiaba llevar a su gente tan a ciegas, pero no había tiempo que perder. Si el Imperio se hacía con el Talismán, a pesar del supuesto bien que podía hacer por la causa imperial en Cadia y los alrededores del Ojo Sayëan sabía que representaría un importante desequilibrio en el delicado tejido de la realidad.

Además en su interior Sayëan sentía, aunque se lo reprochaba, cierta reticencia a permitir que los humanos se hiciesen con el artefacto Eldar. Pertenecía para bien o para mal a su pueblo, aunque los Ëaressi se hubiesen autoexiliado del grueso de la población Eldar. Era su responsabilidad, en particular si llegaba a ser utilizado, algo que el Kano Ëaressi no estaba dispuesto a permitir sobre todo después de la muerte de Eldrad.

Sin más, en silencio y ordenadamente el destacamento reanudó su camino precedido por los guerreros de Brokaar y los exploradores Eldar que les acompañaban.

(...)

Casi no se veía nada ya. Por suerte habían alcanzado las ruinas antes de que fuese noche cerrada. Los Kroot habían examinado la zona y tampoco habían encontrado nada esta vez. Brokaar no había vuelto a sentir la presencia misteriosa y se había tranquilizado un poco. Parecía empezar a comprender que este mundo no era como los que había conocido antes.

El destacamento se había instalado entre los restos de los edificios que formaban una de las entradas de la ciudad. El arco de la enorme puerta aún se mantenía en pie. Los soldados no se alejaron de sus vehículos y trataron de descansar un poco. El viaje, tanto por tierra como por el espacio, había sido agotador, y lo peor aún estaba por llegar, por lo que cada momento de descanso era una bendición por corto que fuera.

- Es hermoso, ¿verdad hijo? - La susurrante voz del Viejo Haq trataba de tranquilizar a Sayëan.

- Si, muy hermoso... - respondió sin ganas mientras miraba a su alrededor. - Lástima que esté muerto - Sayëan se acuclilló al pie del arco y apartó la capa de polvo que lo cubría mientras su padre le observaba. Una inscripción en la roca apareció bajo el polvo acumulado.

- "Que este Sello proteja nuestras almas de la Oscuridad" - Sayëan miró a su padre, algo sorprendido.

- Los arcos eran más que una entrada, ¿verdad? - Sayëan se quitó un guante y lentamente pasó la mano sobre la roca, recorriendo con la punta de los dedos la inscripción que había ocultado el polvo durante milenios.

- Cerraban el campo que protegía la ciudad permitiendo el tráfico con el exterior... - El tono tenía un deje nostálgico.

- Parece que no les sirvió de mucho... - Sayëan frunció el ceño levemente al contacto con la roca. Una extraña sensación le recorrió el brazo. - ¿Qué...?

El flash de luz lo dejó aturdido un instante. Ante sus ojos el arco se tornó brillante y pulido, desapareciendo todo rastro del desgaste producido por el tiempo. El aire se aclaró y le llenó los pulmones con un agradable frescor de flores y vida.

Sayëan sabía que instantes antes llevaba el casco puesto y su traje, aparte del guante que se había quitado, estaba sellado al aire del exterior. Aquello era imposible. La explosión de vida y luminosidad que ahora le cubría tenía que ser una ilusión.

Asustado miró a su alrededor. El enorme cuerpo de Señor Espectral de su padre no estaba a su lado como instantes antes. En su lugar una reluciente calzada pasaba bajo el arco de entrada y para su sorpresa sus tropas allí acampadas habían sido sustituidas por... "¡Khaine!", pensó Sayëan.

Los habitantes de la ciudad entraban y salían de entre los edificios. Caminantes y vehículos pasaban sin cesar bajo el arco con tranquilidad. La mente de Sayëan le gritaba que lo que veía no podía ser real, pero era tan... tangible. Extendió la mano como para tocarlos algo pero no pudo ver su propio brazo. Era como si no tuviese cuerpo. De pronto sintió cómo era levantado en el aire por una fuerza incontenible.

Segun tomaba altura pudo ver cada vez más lejos. Los edificios de la ciudad se extendían hasta el horizonte, a su derecha. Frente a él la puerta formaba parte de un interminable muro de piedra que se alzaba muchos metros alrededor de las edificaciones separándolas de los verdes campos a su izquierda.

La fuerza que le sostenía en el aire le empujó sobre la ciudad, atravesando el campo transparente que la cubría. Hervía de vida y actividad. Por su tamaño debía tener millones de habitantes. Edificio tras edificio cubrían la superficie de manera interminable. Las hermosas construcciones de su raza embargaron su corazón y por un momento sintió que las lágrimas acudían raudas a sus ojos.

Estaba viendo un mundo Eldar. No un mundo-astronave, ni siquiera una de las colonias exoditas que había visitado. Era uno de los mundos originales, tal y como eran en tiempos del Imperio Eldar. Altas torres, gigantescos templos, lugares de estudio, descanso y meditación. Expresiones artísticas de los Eldar que Sayëan sabía habían desaparecido hace milenios, durante la Caída. Pero allí estaban, alzándose ante él en todo su esplendor.

La fuerza actuó de nuevo, apartándole de los edificios. "¡No! ¡Quiero verlo! ¡Aún no!", trató de gritar. Pero la fuerza tenía sus propios planes. Le arrastró fuera de la ciudad y lo llevó sobre los campos. Máquinas de inconfundible manufactura Eldar sembraban y recolectaban multitud de cultivos para proveer de alimentos a la ciudad. Pero la fuerza no se detuvo aquí.

Con rapidez se desplazó más y más. Reconoció las colinas que habían visto al llegar, pero estaban cubiertas de árboles y vegetación. Poco a poco fue deteniéndose hasta llegar al suelo y Sayëan se sintió sobrecogido.

Estaba en lo alto de un inmeso acantilado cortado a cuchillo. A sus pies el océano rompía contra las rocas. Un océano inmenso e inacabable hasta donde llegaba su vista. Inmensos veleros solares se deslizaban por su superficie sin apenas rozar las olas rodeados de multitud de otros pequeños barcos.

- Hermoso, ¿verdad? - Una suave y seductora voz surgió de la nada, sobresaltando a Sayëan.

Otro deslumbrante flash cegó a Sayëan durante un instante. Poco a poco fué recuperando la visión y pudo ver a su padre, alzado en toda su altura, junto a él en actitud protectora, como si algo amenazase a su hijo. Sayëan miró en la misma dirección que su padre.

- Lamento haber interrumpido tu sueño... pero no hay mucho tiempo. - La voz cubrió a Sayëan con un casi ponzoñoso halo de sopor que lo dejó aturdido. - Ha pasado mucho tiempo...

Sayëan miró sin decir nada. Ante él, rodeada de varios guerreros, una mujer le miraba con ojos cariñosos y amables a pesar de la ferocidad de su aspecto. La armadura de hueso espectral, metal y cuero cubría su hermoso cuerpo ciñendo cada una de sus curvas. Su delicada mirada contrastaba con las cuchillas y ornamentos macabros que cubrían la armadura.

- ¿Qué haces aquí? - gruñó el viejo Señor Espectral mientras daba un paso para interponerse entre Sayëan y la intrusa y su escolta alzando el cañón shúriken.

- Mmmm, tranquilo, no voy a hacerle daño - La intrusa alzó las manos enguantadas en negro a modo de disculpa - Sabes cuanto le quiero... además, deberías alegrarte de verme... Padre.

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